jueves, 26 de abril de 2012

¿HAY LUGAR PARA SEGUNDAS NUPCIAS ENTRE LOS CRISTIANOS?

INTRODUCCIÓN. Hay un ideal en la Biblia respecto del matrimonio. Es la monogamia, de la cual ya hemos hablado en el capítulo dos de esta obra. Indiscutiblemente que la monogamia es un valor supremo para los hogares. Es como el ideal de una buena salud, el ideal de un éxito rotundo en un negocio, como el ideal de una vida de santidad. Allí está. Nadie debiera perderla de vista. Sin embargo, discrepo de los líderes religiosos que hacen de la monogamia un flagelo contra quienes habiendo tenido la sana intención de formar un hogar, naufragaron a la mitad del camino. Hay pastores que ven a una persona divorciada o abandonada de su cónyuge como un enfermo contagioso con quien no hay que juntarse porque contamina. No debiera ser así. Esta actitud está lejos del Espíritu de Jesucristo. Pero sucede con algunos pastores que toleran a una persona divorciada pero no le dan la Cena del Señor, ni le permiten tener ningún cargo en la iglesia, pero sí le exigen que sus diezmos sean puntuales. A esos pastores les he dicho que si el divorciado está en maldición, su dinero también, y que si no pueden ver a un divorciado como digno de participar de la vida de la iglesia tampoco debieran admitir sus diezmos. Yo actué muchos años así, contra los divorciados o separados, porque así fui enseñado de mis pastores a la vez. Pero un día Dios me trajo al pasaje de Juan 4, en donde se nos describe cómo Jesús fue a Samaria para tener una ministración personal con una mujer samaritana que había tenido cinco divorcios. Y de inmediato mi pregunta surgió: ¿A qué tiene que ir el Señor Jesús a una mujer que ha fracasado tan estrepitosamente en sus matrimonios? Ni alguien que ha tenido un fracaso matrimonial no es digno de pertenecer a una iglesia, menos quien ha fracasado cinco veces. ¿Fue Jesús a condenar a esta samaritana? Si ella no era candidata para el reino de Dios, a que fue Jesús para inquietarla con el Evangelio? Por supuesto que el Señor Jesús la perdonó, la transformó y la restauró. Ella tuvo de parte de Jesucristo la capacitación para una nueva oportunidad en el matrimonio. LA ARMONÍA CON LOS HIJOS. Cuando lamentablemente surge un divorcio, o una separación por consentimiento mutuo o por abandono de uno de los cónyuges, el primer reto a enfrentar cuando se pretende tener un segundo matrimonio, es procurar la armonía con los hijos. Casi siempre, los hijos son extremadamente egoístas y su actitud es de total rechazo a la idea de que su padre o su madre puedan tener un segundo matrimonio. Por lo tanto, el padre o la madre que está enfrentando esta posibilidad de unas segundas nupcias, debe actuar con: firmeza, honestidad y una oportuna comunicación. a) FIRMEZA. Si quien pretende rehacer su vida en un segundo matrimonio está titubeante o inseguro. Eso, le provocará un verdadero caos al enfrentarse a sus hijos, cuando los hay. Así que antes de proceder a cualquier decisión definitiva de un nuevo matrimonio, el interesado debe estar seguro de que está dando los pasos correctos y que está dispuesto a luchar por alcanzar su meta. b) HONETIDAD Y OPORTUNA COMUNICACIÓN. Cuando un padre divorciado o separado principia a tener una nueva relación sentimental, y lo trata de ocultar a sus hijos, tarde o temprano tendrá consecuencias muy negativas. No hay como la honestidad. Desde antes de que dicho padre o dicha madre establezca una relación sentimental, debe manifestarles a sus hijos de manera clara cuál es la intención de su corazón. Debe hacerles saber a sus hijos que un día no muy lejano espera volver a casarse. Cuando, llegue el momento de iniciar una relación formal, debe comunicarlo abiertamente a sus hijos, independientemente de que ellos estén o no de acuerdo. Y una vez habiéndoles comunicado la noticia, debe proceder a presentar a su posible nueva pareja con los hijos. El hecho de que un padre o una madre divorciados actúe de manera adecuada, no garantiza siempre que no habrá inconformidad o aún ruptura de alguno de los hijos. Pero si garantizará que se tendrá el menor daño posible en las relaciones padre/hijos o madre/hijos. LA ARMONÍA CON EL RESTO DE LA FAMILIA. La responsabilidad directa de encontrar apoyo para un segundo matrimonio, el padre o la madre en su caso, deberá buscar el apoyo en lo posible de sus hijos. En cuanto a los demás familiares, el interesado debe tener una palabra de cortesía y atención para comunicar su intención y sus acciones hacia un nuevo matrimonio. Debe hacerlo de igual forma, con firmeza, honestidad y adecuada comunicación, sin que espere necesariamente una aprobación. Vivimos en una sociedad en donde las familias más que amarnos quieren controlarnos y tener demasiada injerencia en nuestras decisiones. Por lo anterior, el interesado en un nuevo matrimonio no debe moverse un ápice de sus decisiones por la aprobación o falta de aprobación de su familia. Ya que no estamos hablando de un adolescente sino de adultos con sentido de responsabilidad. EL CONSEJO OPORTUNO DEL PASTOR. Si el cónyuge que está en proceso de un nuevo matrimonio guarda una sana comunicación con su pastor, debiera acudir a él para informarle del caso y pedirle su consejo. El pastor debiera investigar puntualmente tanto las ventajas como los inconvenientes de un posible segundo matrimonio con la persona en comento. Sobre todo, hay que procurar que el pretendiente sea cristiano o se le evangelice oportunamente, antes de dar los pasos decisivos para unas segundas nupcias. ARREGLO ANTICIPADO DE LOS BIENES. Con Frecuencia un vivaz finge amor hacia una señora divorciada, porque lo que le interesa es disfrutar de los bienes materiales de dicha persona. Entonces se casan, y a los pocos días, el vivaz principia a ser un flagelo contra su cónyuge y el matrimonio tiene que terminar rápido, antes de que terminen los bienes. Por eso, es importante hablar de los bienes que cada uno de los dos tiene. Si la mujer tiene más bienes, el hombre debe garantizar que con su trabajo tesonero y honesto cubrirá sus responsabilidades proveyendo para los gastos mínimos de la nueva familia. Si ambos tienen bienes inmuebles, será mejor que al casarse se casen por bienes separados de manera que nadie sea vencido de la tentación para invadir los derechos de propiedad de su cónyuge. ARREGLO ANTICIPADO DE QUIENES VIVIRAN JUNTOS. Generalmente cuando hay segundas nupcias, los nuevos contrayentes ya tienen hijos, o alguno de ellos los tiene. Ese debe ponerse en la mesa para un arreglo armonioso previo al matrimonio. ¿Cuántos hijos son? ¿De qué edad son? ¿Qué cuidado requieren? Conozco muchos matrimonios en segundas nupcias, que viven de manera admirable, y los hijos no son hermanos realmente, viven como si lo fueran. Ambos candidatos a nuevos cónyuges deben estar conscientes de que hay hijos y requieren apoyo. Lamentablemente, conocí a un varón divorciado, que se entendió con una señora joven, muy guapa que era madre soltera, discípula de mi congregación. A la que le dijo: “Me caso contigo, te doy mi apellido, pero deja a tu hija con tu madre” (Se trataba de una niña de cinco años) Cuando dicha señora me consultó como pastor, le dije de inmediato: “Ese hombre es un egoísta, y no veo en base a qué tengas que abandonar a tu hija para aventurarte con él”. Ella fue prudente, alargó el “noviazgo” y poco a poco se dio cuenta que efectivamente se trataba de un hombre egoísta, pagado de sí mismo; y terminó esa relación. Una posibilidad cuando existen hijos de uno o de ambos futuros cónyuges, especialmente si éstos son pequeños, es que los acepten como hijos de ambos y los traten de esa forma dándoles todo el amor, el cuidado la protección y los recursos materiales para que crezcan y sean formados como futuros hombres de bien. RESPETO ABSOLUTO A LA NUEVA RELACIÓN. Cuando hay segundas nupcias, muchas veces la relación de los cónyuges se ve empañada por la intervención de uno de los ex esposos, que con el pretexto de ver a uno de los hijos, termina pretendiendo re editar los tiempos del matrimonio que ya murió. Debe actuarse con transparencia. Dos personas que fueron esposo, no deben verse como enemigos, pero es imposible que se pretenda un acercamiento entre ellos. Ahora hay una nueva relación. Dicha relación debe ser respetada y honrada.
LA NUEVA FAMILIA EN LA IGLESIA. El pastor, que tiene sentido de real responsabilidad pastoral, deberá estar atento con un seguimiento a distancia sana, de lo que está aconteciendo en el proceso de formación de un nuevo hogar en segundas nupcias. Debe hacer los arreglos convenientes con los contrayentes para celebrar una ceremonia nupcial en la iglesia o en la casa de alguno de ellos. Los nuevos contrayentes deben ser previamente presentados ante la iglesia, y a la ceremonia nupcial debe ser invitada la iglesia de manera clara y respetuosa. Una vez casados, los nuevos esposos, deben ser admitidos junto con sus hijos como una familia más de la congregación. La Iglesia debe ser un hogar espiritual propicio para que dicha nueva familia crezca en el Señor y se fortalezca en su fe. CONCLUSIÓN De antemano sé, que este capítulo será controversial, pero siento la paz de Dios al haber lo escrito, y sé que será bálsamo para miles y miles de personas que han tenido que sufrir el dolor de un divorcio o un abandono. Así que, adelante. Dios es santo y justo, pero su misericordia todavía es incomprensible para muchos cristianos que se refugian en un farisaísmo disfrazado de santidad.