El hombre del siglo XXI, ha llegado a la luna, ha superado la velocidad del sonido, ha fragmentado el átomo, y está inmerso en una carrera de desarrollo científico y tecnológico, jamás antes visto o imaginado siquiera.
Además, la actividad tan vertiginosa en la que se ve envuelto cada día, hace que para él, buscar a Dios sea algo tan remoto como insignificante. El hombre del siglo XXI requiere para todo lo que acepta y sustenta, una explicación científica. Reclama una rigurosidad metodológica. ¿A qué ocuparse en lo que supone ser síntoma de ignorancia y oscurantismo? ¿Pensar en Dios? ¿Para qué?
Me expresó el dueño del Hotel Albert de Ámsterdam Holanda: "En Europa, ya vivimos una época post-cristiana. Así como pasó la Edad Media, así como pasó el Renacimiento, ha pasado la era cristiana"
Dicho razonamiento está vestido de lógica, de verdad y de realismo existencial. Pareciera ser que los cristianos que hemos tenido un encuentro personal con Jesucristo, y que disfrutamos de una comunión con Él, pereciéramos ser animales raros en estado de extinción.
Sin embargo... ¿Qué de la miseria que el hombre contemporáneo lleva por dentro? ¿Cómo explica de dónde viene y a dónde va? Ah! los problemas ontológicos. Si el hombre no experimentara miedo, odio, vacío en el alma. Oh! si el hombre del siglo XXI no conociera la depresión y no sufriera la soledad cósmica! El hombre sería feliz y jamás necesitaría ayuda del Ser supremo.
Blas Pascal grito: "En el corazón del hombre, hay un vacío con la forma de Dios, que nadie puede llenar sino solo Dios"
¿Sólo Pascal se ha dado cuenta de esa realidad? O ¿será que millones de seres humanos gritan en silencio lo mismo que Pascal, pero prefieren que su grito sea mustiamente traducido en un disfraz de autosuficiencia?
Jesucristo dice en Apocalipsis 2.20: "He aquí yo estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta; entraré a él y cenaré con él y él conmigo" Maravillosa realidad al que nos hemos acogido millones y millones de hombres y mujeres que disfrutamos de la paz y del perdón del Dios Todopoderoso.
¿Por qué no probar la realidad y la eficacia del Evangelio Eterno de Jesucristo?