Cientos de discípulos en Filadelfia recibiendo el Bautismo en el Espíritu Santo con la señal inicial de hablar en otras lenguas. |
EL ESPÍRITU SE DERRAMA EN LA FIESTA DE PENTECOSTÉS
Versículo clave: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” Hechos 1.8
OBJETIVO: Entender que el derramamiento del Espíritu Santo en el Aposento Alto fue en cumplimiento de la Profecía de Joel con la señal inicial de hablar en otras lenguas.
1.- Una Doctrina categórica:
El bautismo en el Espíritu Santo es muy importante, y dicha importancia se desprende del hecho en que se menciona en el Nuevo Testamento cuatro veces. Lo cual implica que estamos frente a una doctrina categórica. Doctrina categórica es aquella que está claramente establecida en la Palabra y enunciada de manera repetitiva.
En Mateo 3.11 dice: “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.”
En Marcos 1.7-8 dice: “Y predicaba, diciendo: Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado.
Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os bautizará con Espíritu Santo”
En Lucas 3.16 dice: “Respondió Juan, diciendo a todos: Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego”
En Hechos 1.8 dice: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”
Si la Biblia habla de este tema de manera clara y repetitiva, sabemos que se trata de un asunto de vital importancia. Sí, es de vital importancia recibir el Bautismo en el Espíritu Santo.
2.- El Derramamiento en Jerusalén.
Es maravilloso ver como los discípulos obedecieron al Señor, cuando les dijo en Lucas 24.49: “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”
Porque los discípulos estuvieron en el Aposento Alto una semana completa en oración y espera del cumplimiento de la promesa. Hay quienes afirman que la espera duró 40 días. No.
Tomemos en cuenta que entre la Pascua y el Pentecostés mediaban 50 días. Desde la muerte del Señor Jesús hasta su resurrección, transcurrieron 3 días. De acuerdo a Hechos 1.3, el Señor Jesús se apareció a los discípulos para darles mandamientos durante 40 días. Así que desde que el ascendió, hasta que descendió el Espíritu Santo solo hay una semana.
Aquí hay que destacar, que de más de 500 hermanos que estuvieron el Monte de los Olivos para ver ascender a Jesús a los cielos, según afirma I Cor. 15.6, solamente 120 estaban en el Aposento Alto cuando descendió el Espíritu Santo. Los 380 restantes se fueron por no saber esperar en el Señor y se perdieron de la bendición. Eso pasa a los cristianos que no saben esperar que las bendiciones prometidas del Señor en sus vidas llegue en el tiempo de Dios.
Dice Hechos 2.1: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos” En este versículo hay la idea implícita de un día “prometido” de Pentecostés. Y el elemento os unánimes. De aquí que la unanimidad, es un factor determinante para que las bendiciones de Dios vengan y en particular para que el derramamiento del Espíritu Santo sea nuestra vivencia.
El término griego ó ómoqumadon (homothumadon) que se traduce unánimes, quiere decir, de común acuerdo. De ómoV (homos) mismo y qumoV (thumos) mente. Se usa 10 veces en el Libro de los Hechos y en Romanos 15.6. Cuando nos congregamos como iglesia de Jesucristo y estamos de común acuerdo, suceden cosas maravillosas.
Al derramarse el Espíritu Santo hay señales sobrenaturales. Dice Hechos 2.2-4: “Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;
y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.
Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”.
El viento recio y las lenguas de fuego sobre la cabeza de los discípulos son hechos notorios, pero el versículo 4 afirma que: a) Fueron llenos del Espíritu Santo y b) Comenzaron a hablar en otras lenguas.
Aquí el término lenguas, glosai (glosai en Griego) significa idiomas. Pero ¿qué función tuvieron estos idiomas? Las iglesias evangélicas de corte histórico, han sustentado desde siempre que esas lenguas fueron para anunciar el Evangelio a los que estaban presentes de muchos países del mundo, para que cada uno pudiera escuchar el mensaje en su lengua. El mismo muy respetado Dr. Juan Wesley afirma lo mismo.
Sin embargo, debemos considerar dos cosas:
a) La ubicación geográfica del Aposento Alto. Como leemos que había gente de muchas partes del mundo en Jerusalén en el día de Pentecostés, tenemos la idea de que estaban todos juntos, y que en medio de ellos, vino el derramamiento del Espíritu Santo. Pero no era así. La multitud en todo caso, estaba en el templo. Y los ciento veinte estaban en el Aposento Alto.
He tenido el privilegio de estar en la ciudad de Jerusalén y trasladarme del atrio del templo hacia el Aposento Alto y hay una distancia considerable. En el autobús turístico hicimos unos 18 minutos de trayecto.
Tomar en cuenta esta distancia es importante para entender el motivo de las lenguas en Pentecostés. Ya que dice claramente Hechos 2.4-6 dice: “Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo.
Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua”
Si notas bien, los ciento veinte no principiaron a hablar en lenguas porque se reunió la multitud, lo cual hubiera apoyado la teoría de que les predicaron el evangelio en otras lenguas. Cuando fueron llenos estaban solos en el Aposento Alto, y al ser llenos del Espíritu Santo, principiaron a hablar en lenguas. No había nadie extraño.
Pero hecho el estruendo, se agolpó la multitud para ver que era aquello y al llegar al Aposento Alto los encontraron hablando en lenguas. Eso implica que aunque nadie hubiera acudido, los ciento veinte de todos modos hubieran hablado en lenguas.
b) Los que subieron a adorar en Pentecostés tenían un idioma común en el Templo, el hebreo.
El pueblo de Israel aun en la dispersión ha conservado su idioma el hebreo. En el templo tanto judíos como prosélitos participaban del culto en lengua hebrea. De manera que si tenían que recibir un mensaje, no necesitaban traducción. Así que, no eran necesarias las “lenguas extrañas” para la predicación, como sustentan grupos evangélicos históricos. Además, es claro que la predicación la dio Pedro (Hechos 2.14-39) en hebreo y nadie tradujo el mensaje a otros idiomas.
Si el mensaje se hubiera dado en lenguas, la predicación de Pedro hubiera sido de más. Con “el mensaje en lenguas” la gente se hubiera convertido. Pero era necesario que alguien predicara para la conversión de la gente. Entonces, las lenguas cumplieron otra función.
Entonces: ¿Para qué eran esas lenguas? En Hechos 2.11 dice: “cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.” Hablar las maravillas de Dios es una frase clave. Hablar las maravillas de Dios es alabarle. Con la adoración expresamos lo que Dios es, y con la alabanza expresamos lo que Dios hace. Dios hace maravillas.
Como podremos corroborar más adelante, las lenguas son oración básicamente para alabar al Señor.
Finalmente leí en algún portal la peregrina idea de que el Espíritu Santo no se derramó sobre los ciento veinte, sino solamente sobre los 12 apóstoles. Esa postura contradice la Escritura. Cuando Pedro predica lo primero que hace es mencionar la Profecía de Joel. Hechos 2.16-18 dice: “
“Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.”
Así que el pasaje nos da la promesa de un derramamiento sobre toda carne, diferente del derramamiento en el Antiguo Testamento que solamente era sobre algunos. Además en los derramamientos subsecuentes veremos que todos los presentes recibían el Espíritu Santo y no todos eran apóstoles.
Asentemos aquí que, la promesa de recibir el bautismo en el Espíritu Santo, está dada a todos los discípulos del Señor Jesucristo. Hechos 2.39 dice: “Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”
CONCLUSION.
Han pasado dos mil años desde aquel glorioso Pentecostés, cuando fueron abiertas las puertas de la predicación del Evangelio a las naciones, una vez que se hubo derramado el Espíritu Santo sobre los ciento veinte en el Aposento Alto; y ahora disfrutamos la frescura de un nuevo derramamiento del Espíritu Santo en todo el Cuerpo de Cristo.